miércoles, 28 de marzo de 2007

Literatura: Jorge Luis Borges

Borges azul. Paco Rossique.

Para quitarnos un poco el mal sabor de boca que siempre deja el comentar algo sin tener la certeza de que ese comentario es justo, atinado y no da lugar a malas interpretaciones, traemos un cuento del libro Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges, que a su vez los traslada desde el Libro de las 1001 Noches, noche 351.

Historia de los dos que soñaron.

El historiador arábigo El Ixaquí refiere este suceso:

«Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y misericordioso y no duerme), que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y li­beral que todas las perdió menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió una noche debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: “Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla”.
A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los de­siertos, de las naves, de los piratas, de los idóla­tras, de los ríos, de las fieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dor­mir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por el decreto de Dios Todopoderoso, una pandilla de ladrones atra­vesó la mezquita y se metió en la casa, y las per­sonas que dormían se despertaron con el es­truendo de los ladrones y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azo­tea. El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo, y le me­nudearon tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte.

A los dos días reco­bró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo: “¿Quién eres y cuál es tu pa­tria?” El otro declaró: “Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Mohamed El Ma­grebí”. El capitán le preguntó: “¿Qué te trajo a Persia?” El otro optó por la verdad y le dijo: “Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Is­faján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste.”
Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las muelas del juicio y acabó por decirle: “Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un re­loj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor crédito a esa menti­ra. Tú, sin embargo, engendro de una mula con un demonio, has ido errando de ciudad en ciu­dad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas y vete.”
El hombre las tomó y regresó a la patria. De­bajo de la fuente de su jardín (que era la del sue­ño del capitán) desenterró el tesoro. Así Dios le dio bendición y lo recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto.»


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