miércoles, 31 de enero de 2007

La Máquina de fabricar Poesias IV

“…Así diciendo, el padre Emanuel había conducido a Roberto fuera de la iglesia y, paseando, habían ascendido a los espaltes, un lugar tranquilo aquella tarde, mientras acolchados caño­nazos llegaban de la parte opuesta de la ciudad. Tenían ante sí los reales imperiales; a lo lejos, pero por largos trechos, los campos estaban vacíos de tropas y carruajes, y los prados y las colinas resplandecían con el sol casi estival.
— ¿Qué ves, hijo mío? —preguntóle el padre Emanuel.
Y Roberto, aún de poca elocuencia:
—Los prados.
—Desde luego, qualquiera es capaz de ver ahí abaxo unos Prados. Pero bien sabes que según la posición del Sol, del color del Cielo, de la hora del día & de la estación, los Prados pueden aparecérsete baxo formas distintas, inspirándote distin­tos Sentimientos. Al villano, fatigado por el trabajo, aparécen­sele como Prados, y nada más. Lo mismo acontécele al pes­cador montés atemorizado por algunas de aquellas nocturnas Imágenes de Fuego que alguna vez en el cielo resplandecen, & espantan; pero tan pronto como los Metheóricos, que son también Poetas, osan llamarlos Cometas Crin, Barbárea, Cola, Cabras, Través, Escudos, Hachas, & Saetas, estas figuras del lenguaje te hazen patente por quáles Símbolos agudos tenía intención de hablar la Naturaleza, que se sirve de estas Imá­genes como de Geroglíficos que, por un lado, remiten a los Signos del Zodiaco y, por el otro, a Acontecimientos passa­dos o futuros. ¿Y los Prados? Observa lo que puedes decir de los Prados, & cómo al decir, tú ves mucho más & comprendes:
Espira Fabonio, la Tierra se abre, lloran los Ruyseñores, se pavonean los Árboles crinados de Frondas, & tú descubres el admirable ingenio de los Prados en la variedad de sus estirpes de Hierbas amamantadas por los Arroyos que juguetean en amena Puericia. Los Prados jubilosos se regocijan con lépida alegría, cuando aparece el Sol abren su semblante y en ellos ves el arco de una sonrisa & se alegran por el retorno del Astro, ebrios de los besos suaves del Austro, y la risa danza en la Tierra misma que se abre a muda Leticia, & la tibieza matutina tanto los coima de Gozo que se desbordan en lágrimas de Rocío. Coronados de Flores, los Prados se abandonan a su Genio & componen agudas Hypérboles de Arco Iris. Pero bien pronto su Mocedad sabe que se apresura a Muerte, su risa se turba de una palidez improvisa, destiñe el cielo & Zéfiro, demorándose, ya suspira sobre una Tierra desfalleciente, de suerte que a la llegada de los primeros despechos de los cielos invernales, se entristecen los Prados, & tomándose esqueletos se cubren de Escarcha. Ahí lo tienes, hijo mío: si tú hubieres dicho simplemente que los prados son amenos no me habrías representado otra cosa que lo verde de los Prados, del que ya sé, pero si tú dixeras que los Prados ríen, tú me harás ver que la tierra es un Hombre Animado, & recíprocamente aprenderé a observar en la cara humana todas las anotaciones que he cosechado en los prados... Y esto es oficio de la Figura excelsa entre todas, la Metáphora. Si el Ingenio, y así pues el Saber, consiste en aunar las remotas y separadas Nociones y hallar la Semejanza en cosas desemejantes, la Metáphora, entre las Fi­guras la más aguda y peregrina, es la única capaz de producir Maravilla, de la cual nace el Gusto, como de repentino trueque de la scena en el theatro. Y si el Gusto recopilado de las Figuras es el de aprender cosas nuevas sin fatiga y muchas cosas en pequeño volumen, he aquí que la Metáphora, llevando en vue­lo nuestra mente de un Género a otro, nos hace ver en una sola Palabra más de un Objeto.
—Mas es preciso saber inventar metáforas, y no es cosa para un aldeano como yo, que en su vida en los prados sólo les ha disparado a los pajaritos...
—Tú eres un Gentil Hombre, y poco ha para que tú puedas convertirte en lo que en París llaman un Hombre de Bien, hábil en los lances verbales como en los de espada. Y saber formular Metáphoras, y por ende, ver el Mundo inmensamente más variado de lo que se les aparece a los incultos, es Arte que se aprende. Que si quieres saber, en este mundo en el que hoy todos pierden el juicio por muchas y maravillosas Máchi­nas, y algunas vense, hayme, también en este Asedio, también yo construyo Máchinas Aristotélicas, que permitan a quien­quiera ver a través de las Palabras..."
"...El padre Emanuel dijo que disponíase precisamente a en­señar a sus visitantes su Máquina Aristotélica: y condujo a sus huéspedes a un aposento en el que se erguía el mueble más extraño del que se pueda decir; ni estoy seguro de poder reconstruir exactamente la forma por la descripción que Ro­berto da de él a la Señora, que sin duda tratábase de algo jamás visto ni antes ni después.
Conque estaba la base inferior formada por un cajón o alhacena en cuyo frente abríanse como en un tablero de ajedrez ochenta y una gavetas: nueve filas horizontales por nueve verticales, cada fila por sendas dimensiones caracterizada por una letra grabada (BCDEFGHIK). En la repisa de la alhacena levantábase a la izquierda un atril, sobre el que estaba posado un gran libro, manuscrito y con letras capitales de colores. A la derecha del atril había tres rodillos, de longitud decreciente y creciente amplitud (siendo el más corto el más capaz, apto para contener los dos más largos), tales que una cigüeña a un lado podía luego por inercia hacerlos girar el uno dentro del otro a velocidades diferentes según el peso. Cada rodillo lle­vaba grabadas en el borde izquierdo las mismas nueve letras que contramarcaban los cajones. Bastaba dar una vuelta de cigüeña para que los rodillos se movieran independientes el uno del otro, y cuando se detenían podíanse leer tríades de letras reunidas por el azar, ya fuere CBD, KFE o BGH.
El padre Emanuel dio en explicar el concepto que presidía a su Máquina.
—Como el Filósofo nos apercibió, no es otra cosa el Ingenio que una virtud de penetrar los objetos baxo diez Cathego­rías, que son Substancia, Quantidad, Qualidad, Relación, Ac­ción, Passión, Sitio, Tiempo, Lugar, & Hábito. Las substancias son el sugeto mismo de cualquier agudeza & de ellas habrá que predicar las ingeniosas Semejanzas. Quáles son las subs­tancias, está anotado en este libro baxo la letra A, y acaso no baste ni siquiera mi vida para hacer el Elencho completo. De todos modos he reunido ya algunos Millares, sacándolas de los libros de los Poetas y de los sabios, y de ese admirable Regesto que es la Fábrica del Mundo del Alumno. Así entre las Substancias pondremos, por debajo del mismo Dios Sumo, las Divinas Personas, las Ideas, los Dioses Fabulosos, unos mayores, otros medianos & otros ínfimos, los Dioses Celestes, Aéreos, Marítimos, Terrenos & Infernales, los Héroes deifica­dos, los Ángeles, los Demonios, los Foletos, el Cielo y las Estrellas errantes, los Signos celestes y las Constelaciones, el Zodiaco, los Círculos y las Esferas, los Elementos, los Vapores, las Exhalaciones, y otrosí, por no decirlo todo, los Fuegos Subterráneos, y las Centellas, los Metheores, los Mares, los Ríos, las Fuentes & Lagos et Escollos... Demás, las Substancias Artificiales con las obras de cada Arte, Libros, Plumas, Tinta,
Globos, Compases, Esquadras, Palacios, Templos & Casas, Es­cudos, Espadas, Tambores, Quadros, Pinceles, Estatuas, Ha­chas & Sierras, y por fin las Substancias Metaphísicas como el Género, la Especie, el Propio y el Accidente, y semejantes Nociones.
Señalaba ahora los cajones de su mueble, y abriéndolos mostraba cómo cada uno contenía hojas cuadradas de perga­mino muy grueso, del que se usa para encuadernar los libros, estibadas en orden alfabético:
—Como Vuesas Mercedes deberán de saber, cada fila vertical se refiere, de B a K, a una de las otras nueve Cathegorías, y por cada una de ellas, cada uno de los nueve caxones recoge familias de Miembros. Verbigracia, para la Quantidad se anota la familia de la Cantidad de Bulto, que como Miembros ano­ta lo Pequeño, lo Grande, lo Largo o lo Corto; o la familia de la Quantidad Numeral, cuyos Miembros son Ninguno, Uno, Dos & e, o Muchos y Pocos. O baxo la Qualidad tendrás la familia de las qualidades pertenecientes a la Vista, como Vi­sible, Invisible, Bello, Disforme, Claro, Obscuro; o al Olfato, como Olor Suave y Hediondo; o las qualidades de Passio­nes, como Alegría y Tristeza. Et así dígase por cada cathegoría. Et todas las hojas anotando un Miembro, de esse Miembro anoto todas las Cosas que de él dependen. ¿Está claro?
Todos asintieron admirados, y el padre siguió:
—Abramos agora al azar el gran Libro de las Substancias, y busquemos una qualquiera... Aquí está, un Enano. ¿Qué di­xéremos, antes de hablar agudamente, de un Enano?
—Que es pequeño, picoletto, petit —auspicó don Gaspar de Salazar—, y que es feo, y infeliz y ridículo...
—Precisamente —concedió el padre Emanuel—, mas ya no sé qué elegir, ¿& estoy completamente seguro de que si hubiere tenido que hablar no de un Enano, sino, digamos, de los Corales, habría yo hallado al punto rasgos tan notables? Y además, la Pequeñez tiene que ver con la Quantidad, la Fealdad con la Qualidad, & ¿por dónde habría de empezar? No, me­jor confiar en la Fortuna, cuyos Ministros son mis Cylindros. Agora hago que se muevan & obtengo, como por azar agora acontece, la tríade BBB. B en primera Posición es la Quantidad, B en segunda Posición, házeme ir a buscar, en la línea de la Quantidad, dentro del caxón del Bulto, & aquí, precisamente al principio de la sequencia de las Cosas B, encuentro Pequeño. Y en esta hoja dedicada a Pequeño encuentro que es pequeño el Ángel, que está en un punto, & el Polo, que es punto inmóvil de la Esfera, de entre las cosas elementares la Centella de Fuego, la Gota de agua, & el Escrúpulo de Piedra, & el Átomo del cual, según Demócrito, se componen todas las cosas; para las Cosas Humanas, he aquí el Embrión, la Niña del Ojo, el Astrágalo; para los Animales, la Hormiga & la Pulga; para las Plantas, la Frasca, la Semilla de Mostaza & la Miga de Pan; para las Ciencias Mathemáticas el Minimum Quod Sic, la Le­tra Y, el Libro enquadernado en sextodécimo, o la Dragma de los Boticarios; para la Architectura, el Escritorio o el Gozne, o para las Fábulas, el Pisicarpax general de los Topos contra las Ranas & los Mirmidones nacidos de las Hormigas... Pero detengámonos aquí, que ya podría llamar a nuestro Enano, Escritorio de la Naturaleza, Muñeco de los Muchachos, Miga de Hombre. Y adviertan Vuesas Mercedes que si probáremos a girar otra vez los Cylindros y obtuviéremos en cambio, esso es, CBF, la letra C me remitiría a la Qualidad, la B me movería a buscar mis Miembros en el caxón de lo que afecta a la Vista, & aquí la letra F haríame encontrar como Miembro el ser Invisible. Y entre las Cosas Invisibles encontraría, admirable coyuntura, el Atomo, & el Punto, y ya me permitirían designar a mi Enano como Átomo de Hombre o Punto de Carne.
El padre Emanuel daba vueltas a sus cilindros y hojeaba en los cajones raudo como un malabarista, de modo que las metáforas parecían surgirle como por encanto sin que se ad­virtiera el jadear mecánico que las producía. Pero todavía no se daba por satisfecho.
— ¡Señores! —continuó—, ¡la Metáphora Ingeniosa tiene que ser mucho más compleja! Qualquier Cosa que yo hubiere encontrado hasta agora tiene que analizarse a su vez baxo el perfil de las diez Cathegorías, & como explica mi Libro, si tuviéremos que considerar una Cosa que depende de la Qua­lidad, deberíamos ver si es visible, & quán lejos; qué Defor­midad o Hermosura tiene, & qué Color; quánto Sonido, quánto Olor, quánto Sabor; si es sensible o palpable, si es rara, ó densa, caliente ó fría, & qué Figura, quál Passión, Amor, Arte, Saber, Sanidad, Enfermedad: & si acaso se pueda dar Noticia. Y llamo a estas preguntas Partículas. Aora bien, yo sé que nuestro primer ensayo hanos conducido a trabajar sobre la Quantidad, que alberga entre sus Miembros a la Pequeñez. Hago agora girar de nuevo los Cylindros, & obtengo la tríade BKD. La letra B, que ya hemos decidido referir a la Quantidad, si voy a ver en mi Libro, me dice que la primera Partícula adequada para expresar Cosa Pequeña es establecer Con Qué Se Mide. Si busco en el libro a qué se refiere la Medida, me remite aún al caxón de las Quantidades, baxo la Familia de las Quantidades en General. Recurro a la hoja de la Medida & elijo en ella la cosa K, que es la Medida del Dedo Geomé­trico. Y he aquí que ya estaría en condiciones de componer una Definición harto aguda, como por ejemplo, que a querer medir esse Muñeco de los Muchachos, esse Atomo de Hombre, un Dedo Geométrico sería una Medida muy Desmesurada, que mucho me dice, uniendo a la Metáphora también la Hy­pérbole, de la Desventura & Ridiculez del Enano.
—Cuál maravilla —dijo el señor de la Saleta—, pero de la segunda tríade obtenida todavía no ha usado Vuesa Merced la última letra, la D…
—No menos esperábame del espíritu de Vuestra Merced —dijo complacido el padre Emanuel—, ¡pues ha tocado el Punto Admirable de mi artilugio! ¡Es esta letra sobrante (& que podría desechar si me hubiere tediado y considerare alcanzada mi meta) la que me permite volver a empezar de nuevo mi búsqueda! Aquesta D me permite tornar a iniciar el ciclo de las Partículas, recurriendo a la cathegoría del Hábito (exempli gratia, qué hábito le conviene, o si le puede servir de insignia a algo), & a partir de aquesta volver a empezar, como antes hize con la Quantidad, haziendo girar de nuevo los Cylindros, usando las dos primeras letras & reservando la tercera para otro ensayo más, & así al infinito, por millones de Posibles Conjugaciones, puesto que algunas resultaren más agudas que otras, y estará en mi juicio distinguir las más adequadas para generar Estupor. Pero no quiero mentir a Vuestras Mercedes, no había elegido Enano al azar: precisamente esta noche ha­bíame aplicado con gran escrupulosidad para extraer todo el partido posible de esta Substancia.
Agitó una hoja y empezó a leer la serie de definiciones con las que estaba sofocando a su pobre enano, hombrecillo más breve que su nombre, embrión, fragmento de hominicaco, tal que los corpúsculos que penetran con la luz por la ventana parecen bien mayores, cuerpo que con millones de sus seme­jantes podría marcar las horas en el cuello de una clepsidra, complexión en la cual el pie está contiguo a la cabeza, seg­mento cárneo que empieza donde acaba, línea que se coagula en un punto, punta de aguja, sujeto con el que es menester hablar con prudencia para que el aliento no se lo lleve volando, substancia tan pequeña que no es pasible de color, centella de mostaza, cuerpecillo que ya no tiene nada más y nada menos de lo que jamás tuvo, materia sin forma, forma sin materia, cuerpo sin cuerpo, puro ente de razón, invención del ingenio tan remendarirlo, capaz de huir por cualquier hendidura y de alimentarse durante un año con un solo grano de cebada, ser epitomizado hasta tal grado que jamás sabes si se sienta, yace o está erguido, capaz de anegarse en una concha de caracol, semilla, gránulo, florecilla de uva, punto de la i, individuo matemático, nada aritmético...
Y habría continuado, teniendo materia para ello, si los es­pectadores no le hubieran detenido con un aplauso...."

Extraido de Umberto Eco, "La isla del día de antes".

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